
¡Ay!... todo está acabado desde ayer... desapareció aquella dicha quetanto me ilusionaba...
El señor Baltet se casa, sí, pero... con Francisca...
Es en Francisca en quien ha reparado; es a Francisca a quien ama; a ellaes a quien pide en matrimonio, por medio de la de Ribert, consternada.
En el primer momento, la de Ribert quería devolver la carta y rogar alseñor... no, no puedo escribir su nombre... que hiciese sus encargos élmismo, pero le supliqué que salvase mi amor propio y aceptase la misiónque se le confiaba.
La abuela echa chispas contra Francisca; la de Ribert y Genoveva estánindignadas, y el cura afirma que desde Dalila no se ha visto un ejemplode traición semejante... Me esfuerzo por parecer animosa, pero estoyherida en el corazón...
—¡Queridos sueños míos!... ¡Qué derrumbamiento!